martes, 16 de octubre de 2012

Jugadores de Leyenda


ALFREDO DI STÉFANO

Probablemente uno de los mejores jugadores en la historia del mundo del fútbol, Alfredo Di Stéfano nació el 4 de julio de 1926 en el barrio de Barracas, donde estaba el puerto de Buenos Aires. Por ahí los marinos ingleses entraron el fútbol en Argentina. Su abuelo Miguel fue el primer Di Stéfano que llegó al país, procedente de Capri.
Su padre, Alfredo, se casó con Eulalia Laulhé Gilmont, de descendencia francesa e irlandesa. Tuvieron tres hijos, Alfredo, Tulio (que jugaba de interior izquierda) y Norma (fue jugadora de baloncesto). 

'Estopita' (apodo que le puso su abuelo, por las antiguas fregonas amarillas que se usaban en los barcos) creció jugando con los chicos del barrio en terrenos baldíos, en 'la academia de la calle', con pelotas de goma que costaban dos centavos. Su primer equipo organizado se llamaba 'Unidos y Venceremos', antes de trasladarse al barrio de Flores, donde jugaría en el 'Imán'. Su primer apodo futbolístico fue 'Minellita', ideado por Minella, un mediocentro rubio que jugaba en River.

En 1940, la familia se trasladó a Los Cardales, en las afueras de Buenos Aires. Su padre era asentador de cereales y trabajaba en el campo. Alfredo dejó los estudios y comenzó a trabajar para ayudar en la economía familiar. Ése hubiera sido su futuro… de no haber seguido la estela del fútbol, una llama que, afortunadamente, tenía profundamente instalada en su corazón. El fútbol era una pasión irrefrenable. Los domingos jugaba con su hermano Tulio en una liga interpueblos y por la tarde iba con su padre a ver a River Plate, equipo del que era socio desde los siete años. Su juego asombra y su talento no pasa inadvertido. En 1944 hizo una prueba con River y rápidamente le aceptaron.

Debut en el River

Comenzó con 18 años en la Cuarta Categoría, de ahí ascendió a la Tercera y luego a la Primera División. Debutó en 1945 ante Huracán, equipo en el que un año después jugaría cedido. Allí sus técnicos ya adviertieron que están ante un futbolista excepcional. En 1947 regresó a River, con el que se proclamaría campeón y máximo goleador. Ese año debutó con la Selección Argentina que ganó el Campeonato Sudamericano de Guayaquil (Ecuador), en el que anotó seis goles. Pronto le bautizarían con el sobrenombre de 'La Saeta Rubia' por la explosiva velocidad que imprimía a su juego (“Socorro, socorro, que viene ‘La Saeta’ con su propulsión a chorro”, coreaban en la grada). Aquel equipo pasó a la historia como 'La Máquina' (antes también llamado 'Los Caballeros de la Angustia') y estaba formado por los Soriano, Muñoz, Moreno, Labruna, Pedernera, Loustau… A su lado aprendió a jugar en todas las demarcaciones, incluso de portero (quince minutos al lesionarse Carrizo en un derbi ante Boca Juniors). En el campeonato argentino jugó 66 partidos y marcó 49 goles.

Triunfo en Colombia

Una huelga general paralizó el fútbol argentino y Di Stéfano fichó por el Millonarios de Bogotá, el mejor equipo de Colombia. Era una auténtica selección mundial, donde coincidió con grandes jugadores como Rossi, Báez o Pedernera. Los éxitos deportivos de aquel 'Ballet Azul' traspasaron fronteras. Con este equipo jugó 294 partidos y marcó 267 goles. En 1952 jugó por primera vez en España, en Chamartín, con motivo del torneo que conmemoraba el 50 Aniversario del Club. Ese día enamoró al madridismo, un flechazo que muy pronto llegaría a concretarse.

Llega al Real Madrid, nace el mito

El sueño del madridismo se vio cumplido en 1953, cuando el Real Madrid consiguió fichar al mejor futbolista del momento tras una larga disputa con el F.C.Barcelona, club que también pujaba por sus servicios. Debutó el 23 de septiembre de 1953 ante el Nancy francés. Sería el primero de los 510 partidos que disputó con el Real Madrid, en los que marcó 418 goles. Con el conjunto blanco ganó ocho Ligas, cinco Copas de Europa, una Copa de España, una Copa Intercontinental, dos Copas Latinas, una Pequeña Copa del Mundo, tres Trofeos Carranza y un Trofeo Benito Villamarín, entre muchos otros títulos. Además, se proclamó cinco veces 'Pichichi' en las temporadas 1953/54, 1955/56, 1956/57, 1957/58 y 1958/59.

Aquel Real Madrid ha pasado a la historia como uno de los mejores equipos de todos los tiempos. En su flamante nuevo estadio, Santiago Bernabéu logró reunir a una generación de futbolistas irrepetibles: Gento, Rial, Kopa, Puskas, Santamaría, Juanito Alonso, Zárraga… Y Di Stéfano, considerado por todos como el líder natural, aunque él rechazaba los elogios y los personalismos, anteponiendo siempre el trabajo del conjunto. Era un futbolista total, ejemplar dentro y fuera de los terrenos de juego. La UEFA le otorgó el Balón de Oro en 1957 y 1959.

Éxitos y sinsabores

Su carrera, bañada de éxitos, tuvo algunos sinsabores. En el plano extraderportivo, jamás olvidará el secuestro que sufrió en Caracas (1963) por el comando antigubernamental F.A.L.N. En el plano deportivo, siempre lamentó no haber podido disputar ningún Campeonato del Mundo con la Selección Nacional, cuya camiseta defendió en 31 ocasiones.

Fue capitán de la Selección 'Resto del Mundo' en el Centenario de la Federación Inglesa de Fútbol (1963). Su último partido oficial con el Real Madrid fue el 27 de mayo de 1964 en el Prater vienés en la final de la IX Copa de Europa. Tras dos temporadas en el Español, se despidió definitivamente del fútbol en un partido homenaje que disputaron Real Madrid y Celtic de Glasgow en 1966. Esa noche se despojó del brazalete de capitán para entregárselo a Grosso en medio del clamor del público, puesto en pie para despedir del mejor futbolista que había pisado este terreno de juego, el campo más emblemático de Europa.

Trayectoria como entrenador

Una de las grandes virtudes de Alfredo Di Stéfano fue su capacidad de asimilar, para luego transmitir, todos y cada uno de los consejos que le fueron dando cuantas personas, ligadas o no al fútbol, que fueron desfilando por su vida. Sus primeros entrenadores en Argentina (Peucelle y Cesarini) le marcaron la senda del triunfo y le avisaron de las bifurcaciones que conducían al fracaso. En el Real Madrid aprendió que las normas y la buena imagen estaban por encima del triunfo. Después, él escribió, con su ejemplo, unos códigos que se han ido transmitiendo de generación en generación. Gran parte de esta filosofía de sacrificio, trabajo y espíritu ganador se convirtió en consejos deportivos y humanos que tuvo tiempo de enseñar en su etapa como entrenador. Bajo su disciplina desfilaron centenares de jugadores que aún conservan sus enseñanzas en la memoria como su bien más preciado.

En marzo de 1982, dieciséis años después de su despedida del Bernabéu, Di Stéfano firmaba como entrenador de un Real Madrid presidido ya por Luis de Carlos. Tras el Mundial, fue presentado el 20 de julio de 1982 junto a sus ayudantes Juan Santisteban y Jesús Paredes. “Daré al equipo moral, fuerza y maestría”, dijo en su mensaje a los aficionados. Sería un año de records, aunque con sabor agridulce, porque Di Stéfano llevó al equipo a cinco finales y en las cinco quedó subcampeón. La Liga se decidió en el último partido y cayó del lado del Athletic. La Recopa fue para el Aberdeen, la Copa del Rey y la Copa de la Liga para el Barcelona y la Supercopa, para la Real Sociedad.

La temporada siguiente volvió a hacer un claro guiño a la cantera. Siempre apostó por los más jóvenes y contó con jugadores como Agustín, Fraile, Chendo, San José, Martín, Gallego, Bernardo, Isidro, Cholo… Su amor por el Madrid le hacía pensar más en el futuro que en las urgencias del presente. De ahí que, además, fuera dando entrada al equipo, uno a uno, a los jóvenes talentos que más tarde serían conocidos como la 'Quinta del Buitre': Sanchís, Martín Vázquez, Pardeza y Butragueño (Míchel lo haría el año siguiente). Era la semilla de un equipo que encandilaría a Europa en la segunda mitad de la década. Pero las prisas del fútbol, remarcadas la ausencia de títulos (la Liga se la arrebató el Athletic, por golaverage), provocaron la salida de Di Stéfano, que dejó su lugar a Amancio Amaro, entrenador del Castilla con el que se había proclamado campeón de Segunda División. “Las puertas del Club siempre estarán abiertas”, le recordó Luis De Carlos en su despedida.

Se abrirían seis años después, el 21 de noviembre de 1990, cuando regresó provisionalmente al banquillo blanco, formando un triunvirato con Grosso y Camacho. Por entonces era asesor presidencial, y lo hacía atendiendo la necesidad de un Club que había destituido a Toshack. En apenas unos meses transformó la cara del equipo y su apuesta por el fútbol alegre y ofensivo tuvo como premio la Supercopa de España que conquistó frente al Barcelona: 0-1 en el Nou Camp y 4-1 en el Bernabéu, con un inolvidable gol de Aragón a Zubizarreta desde el centro del campo. Meses más tarde, dejaría su puesto a Radomir Antic.

Maestro en otros equipos

Además de al Real Madrid, Di Stéfano dirigió al Elche (1967), Boca Juniors (1968), Rayo Vallecano (1975), Castellón (1976), River Plate (1981) y Valencia (en tres ocasiones). En todos estos equipos dejó el sello de su carácter competitivo, el amor por su trabajo y su espíritu ganador. En todos fue respetado y sigue siendo querido.
Desde el 2000, Alfredo di Stéfano es Presidente de Honor del Real Madrid y vive la actualidad del Club con la misma pasión y entrega que el primer día. Su puerta siempre está abierta. Su voz sigue siendo el faro que ilumina a quienes desean que el Real Madrid siga siendo el mejor equipo del siglo XXI.

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